Esta historia comenzó hace
algunos años cuando luego de mi ruptura con alguien bastante importante en mi
vida, inició una “etapa” en la que confieso me he quedado atrapada y la verdad es
que no sé si realmente quiero salir de ella. Ha sido un sinfín de cosas
maravillosas que marcan lo que hoy soy. Él llegó a mi vida cuando menos lo
esperaba y de la manera menos imaginada. Fue una noche en la que decidí salir con
mi amiga a distraerme y tomar par de tragos sociales, lo que nos llevó a
encontrarnos aquella vez donde la química se dejó colar fácilmente y resultó
para nada complicado bailar y conversar fluidamente. Transcurrieron las horas rápidamente,
hasta que ese “¿Nos vamos a la playa?” acompañado de picardía en su sonrisa
pudo más que mis valores y la idea de que esa propuesta era una completa locura
y que lo mejor era regresar a casa. Amanecimos frente al mar, con esa sensación
rica de libertad como cuando la brisa acaricia tu piel y abres tus brazos para
sentirla plenamente. Llegó el momento en que caímos en cuenta de lo que estábamos
haciendo y su pregunta no se hizo esperar, me miró fijamente a los ojos con esa
mirada que tiene el don mágico de hacer que me olvide del resto del mundo y me
dijo: -¿Qué quieres?- A lo que simplemente respondí: -Nada- seguido de un beso para
concluir la conversación. He tratado durante mucho tiempo de analizar todo ese contexto y cuando en el presente busco el verdadero significado
de la palabra NADA, me encuentro con un montón de conceptos que solo me hacen
concluir que es un convencionalismo utilizado para poder "acceder" a
esa mitad del universo que se contrapone a lo material. Justo a eso me referí
en aquel momento y quizá no lo sabía o no me había detenido a pensarlo hasta
ahora pero lo que sentí y sigo sintiendo, es ese amor infinito que significa
TODO y que espera NADA a cambio.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario