Recuerdo tantas conversaciones agradables en las que de tu parte nunca faltó un ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Qué me cuentas?... Y lo más bonito, una sonrisa.
Siempre te preocupabas por lo que yo sentía, en cambio yo nunca lo hacía. Solía ser tan egoísta, hablaba sin parar y pocas veces me interesaba escuchar. A pesar de ello, me considero afortunada por haber compartido contigo en algún momento de mi vida, por haber aprendido a hacer café aquella tarde y haberlo puesto en práctica el día que decidiste dejarnos.
Gracias por los buenos días cada mañana, por haberme hecho sentir como una hermana menor y protegerme cuando tantas veces sentí miedo de estar “sola”, por aconsejarme en distintas oportunidades, por estar siempre ahí y no molestarte (aún y cuando estabas cansado de tanto trabajar) cada vez que te despertaba con mis gritos.
Quizás algunos piensen que estoy loca por lo que escribo, pero sin querer lograste que te apreciara y sabes ¿por qué? Porque estuviste más cerca de mí que muchos que dicen ser mis amigos.
¡Descansa en paz Joel Enrique!
Siempre te preocupabas por lo que yo sentía, en cambio yo nunca lo hacía. Solía ser tan egoísta, hablaba sin parar y pocas veces me interesaba escuchar. A pesar de ello, me considero afortunada por haber compartido contigo en algún momento de mi vida, por haber aprendido a hacer café aquella tarde y haberlo puesto en práctica el día que decidiste dejarnos.
Gracias por los buenos días cada mañana, por haberme hecho sentir como una hermana menor y protegerme cuando tantas veces sentí miedo de estar “sola”, por aconsejarme en distintas oportunidades, por estar siempre ahí y no molestarte (aún y cuando estabas cansado de tanto trabajar) cada vez que te despertaba con mis gritos.
Quizás algunos piensen que estoy loca por lo que escribo, pero sin querer lograste que te apreciara y sabes ¿por qué? Porque estuviste más cerca de mí que muchos que dicen ser mis amigos.
¡Descansa en paz Joel Enrique!
No hay comentarios:
Publicar un comentario